jueves, 25 de septiembre de 2008

MIGRACION

Dedicado a la presencia de Esther María Osses y su Casa azul

Cuando los pájaros llegaron, la ciudad estaba distraída. Las bandas de plumíferos rasgaban el cielo en zigzag frenético. Hacían pausas en los parques y en los charcos. Buscaban casa por casa, de puerta en puerta.
La gran mancha iridiscente venía de pueblo en pueblo. Se detenía al caer la noche y levantaba el vuelo con la primera luz.
Atrás quedaban los ríos envenenados, la dictadura del sol sobre la tierra yerma.
La travesía resultaba penosa, y las bajas estampaban su rúbrica de sangre en el camino. Otras aves, alcanzadas por la miríada, como si se tratara de un acuerdo tácito, se incorporaban a la empresa.
Siete días hicieron falta, para que el cielo se ahogara en un revoloteo de plumas, y fue cuando el nubarrón de cantos, de gorgeos y de graznidos llegó a la ciudad, que cundió la alarma.
Oleadas frenéticas se estrellaban contra las casas. La avidez por penetrarlas era evidente. Hombres, mujeres y niños se cubrían los oídos, mientras miraban estupefactos el tsunami alado.
El tornado ovíparo se detuvo en la Casa Azul, y allí, sobre puertas, balcones, paredes, ventanas mesas, camas, estantes, sillas, y otros muebles dispusieron sus nido.

CHATROOM

Este texto, el anterior y los que seguiré envíando, forma parte de mis Fábulas cotidianas.

La mayoría de los cibernaúfragos eran jóvenes. Hacía poco tiempo me había aventurado a enfrentar la novedad del internet y sus promesas de abundancia.
Pulsé enter, como me habían indicado, y la mariposa apareció haciendo gala de su diseño en la pantalla del monitor. Introduje ID y passport en las casillas correspondientes para percatarme que el chatroom estaba congestionado por un lenguaje signado de tragedias ortográficas y estragos sintácticos.
Cumplido el protocolo escribí HOLA en mayúscula cerrada debajo de mi nickname. Los navegantes ignoraron mi presencia en el ciberespacio. Me sentí empequeñecido como las cuatro letras desdeñadas de mi nuevo alias.
Por unos minutos leí la comunicación monosilábica a la que se dedicaba una parte importante de la humanidad. Las palabras alargadas, pensé que eran escritas para manifestar algún estado de ánimo y las enrevesadas, jitanjáforas delirantes. ¿Se trata de un lenguaje cifrado sólo para iniciados de alguna secta? El ruido onomatopéyico terminó por abrumarme. Entonces urdí mi venganza pirata.
En mayúscula cerrada y con la autoridad de un resentido, y al amparo del anonimato escribí: ¿HAY VIDA INTELIGENTE POR AHÍ? El chatroom se congeló.
Un silencio oscuro tomó posesión del monitor. Los jóvenes usuarios de la sala se miraron entre si buscando al impertinente. ¿Cómo se te ocurre, man? Leí en sus miradas. Simulando la indiferencia de un camello, pero sintiéndome responsable de algún desastre ecológico me enterré en mis lentes de miope.

A LA HORA DE LA HORA

Maldijo al gobierno corrupto con la misma vehemencia de otros años. Sobreviviente de la vieja guardia había visto casi todo: desde el golpe de estado redentor, de los militares patriotas, a los desmanes de la dictadura, de políticos narcotraficantes a el régimen comunista de la escasez. Nadie le echaba cuento a Tino Medina.
Ahí estaba frente al paredón improvisado, en la fila obligada mientras esperaba su hora. Sumergido en un charco de recuerdos conversaba con los amigos sobre los rigores de aquellos años. Uno a uno habían ido desapareciendo. De algunos jamás se supo, pasaron a la fosa común del olvido. Del destino de otros se enteraría por los diarios.
Tino sabía mucho y había visto demasiado como para no involucrarse. Casi centenario mantenía su verticalidad. No me rindo, no renuncio, no me rajo era su lema.
Absorto en sus pensamientos estaba, recordando aquella vez en la montaña cuando el guardia urgió a la fila a moverse y Tino avanzó unos pasos, por inercia.
Un bajareque vino a tapizar lo que quedaba de la tarde. Ya era su turno, caminó con la frente en alto, se acomodó los anteojos para distinguir al enemigo y con el orgullo de la convicción seguro de que se trataba de un acto subversivo, clandestino, terrorista dejó caer al fondo de la urna su voto.