viernes, 28 de noviembre de 2008

MEMORIAL DE DICIEMBRE

He vuelto a mi dolor para nombrarte;
para que digas presente y sin temores.
Estoy aquí para regresar a los que han muerto,
aquellos hijos y padres y hermanos;
aquellas madres y novias y te quieros.
No me iré hasta nombrar sus tumbas,
la fosa común de indiferencia
de los amotinados que levantaron los hierros
de la guerra y a quienes la tierra le entregó sus galardones.
He vuelto a las palabras para que vuelvan.
Les Traigo aquí mi corazón para que vuelen.
Ellos se fueron con la pólvora
para volver en el polvo enfurecido del camino.



Hay un hoyo francamente atroz
en el calendario; un socavón sin orillas
doliendo tanto… Una fractura aterida,
expuesta al llanto. Y muchas tumbas sin nombres
ni sudario.
Efeméride de horror, reto al olvido.
¿Olvidar? Olvido, al viento las agendas:
el desliz quedará para que aprendas,
que vivir es una manera de morir,
y la partida en retorno se ha de convertir.



No me dejes Madre, no te canses,
camina conmigo hasta donde alcances.
A lo hecho puse el pecho
y dar la cara muy bien supe.
Al medir bastó mi vara y a hierro mate,
lo que debía morir a hierro
camino de cruces fue el destierro.
No me dejes Madre, no te canses,
camina conmigo hasta donde alcances.
Inconcebible el hombre, sin ambages.
Impredecible el miedo si hay coraje.
Aunque di de comer a cada herida,
no le bastará a la muerte con mi vida.
No me dejes Madre, no te canses,
camina conmigo hasta donde alcances.
No te olvides de mí, que el olvido es ceguera
y mi tumba solitaria reclama una bandera.


Me queda esta lágrima que no termina de caer;
una mancha de sangre que no acaba de secarse;
la herida que no encuentra cicatriz.
Me queda este dolor de tanto dolerme tanto;
el rostro de los caídos reclamando monumentos.
Me quedan los recuerdos: memoria y resistencia.
y el espanto siempre inmerecido.
No me acostumbro al verde oficio de la tierra,
desgarrado, desgarrando, ni a la ventana hecha pavesa.
Luego entonces, compañeros
Me queda el coraje de los pocos
que retaron a la muerte
y viven para contarlo;
de los muchos que murieron,
y viven para contarlo.
Ayer teníamos nada, hoy nada tenemos.



¡Cómo se puede vivir con tanta miasma en el alma,
sin maldecir -por lo menos una vez-
por cada muerto, cada cosa, cada casa, cada nombre!
Con esa boca abierta, hambrienta de olvido
que nos traga y nos vomita cada 20 de diciembre.


No abras la fosa común, me dicen.
¿Para qué quieres saber
quién es el que allí se fermenta?
No abras la fosa común, no te arriesgues:
el olor de la tierra abierta te puede acusar.
Han pasado tantos años, tantas guerras,
holocaustos…
No abras la fosa común -te digo-
allá en el fondo hay un latido,
aquí en lo hondo hay un aliento.
Algo se mueve aquí abajo.
No abras la fosa común.
No la abras.
¡No!
Estamos vivos todavía
y podemos volver por nuestros nombres.


Yo no pedí la guerra, pero perdí la paz.
Sólo quería mi vida y la han quitado de mí…
Soy una fotografía de cadáver descompuesto
des di bu ján do se
año tras año.
Soy un nombre que ha olvidado hasta mi madre.


Cómo me voy a olvidar, si fuimos nosotros
los que morimos, los que perdimos,
los que no regresamos…
Cómo no voy a resistir, si los que quedamos
a la intemperie, los huérfanos fuimos nosotros.
Los que no pedimos nada y perdimos todo,
los que, sin remedio, lo dimos todo
y recibimos en pago humo y ceniza
ceniza y olvido.

Ese muerto que va bajando
Viene subiendo conmigo.
Yo tengo un muerto en la fosa
Ese muerto de la fosa es mío
Para llorarlo traigo un río
Para velarlo llevo una rosa.
Ese muerto que va bajando
Viene subiendo conmigo.
Ni mártir ni héroe, mi hermano
es el difunto que hoy sembramos.
De tristezas traigo ramos
y el corazón en la mano.
Ese muerto que va bajando
Viene subiendo conmigo.
La mano que movió a los verdugos
todavía acecha, todavía anda buscando
sus mendrugos.
¡No te atrevas a olvidar!