jueves, 25 de septiembre de 2008

A LA HORA DE LA HORA

Maldijo al gobierno corrupto con la misma vehemencia de otros años. Sobreviviente de la vieja guardia había visto casi todo: desde el golpe de estado redentor, de los militares patriotas, a los desmanes de la dictadura, de políticos narcotraficantes a el régimen comunista de la escasez. Nadie le echaba cuento a Tino Medina.
Ahí estaba frente al paredón improvisado, en la fila obligada mientras esperaba su hora. Sumergido en un charco de recuerdos conversaba con los amigos sobre los rigores de aquellos años. Uno a uno habían ido desapareciendo. De algunos jamás se supo, pasaron a la fosa común del olvido. Del destino de otros se enteraría por los diarios.
Tino sabía mucho y había visto demasiado como para no involucrarse. Casi centenario mantenía su verticalidad. No me rindo, no renuncio, no me rajo era su lema.
Absorto en sus pensamientos estaba, recordando aquella vez en la montaña cuando el guardia urgió a la fila a moverse y Tino avanzó unos pasos, por inercia.
Un bajareque vino a tapizar lo que quedaba de la tarde. Ya era su turno, caminó con la frente en alto, se acomodó los anteojos para distinguir al enemigo y con el orgullo de la convicción seguro de que se trataba de un acto subversivo, clandestino, terrorista dejó caer al fondo de la urna su voto.

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