jueves, 25 de septiembre de 2008

CHATROOM

Este texto, el anterior y los que seguiré envíando, forma parte de mis Fábulas cotidianas.

La mayoría de los cibernaúfragos eran jóvenes. Hacía poco tiempo me había aventurado a enfrentar la novedad del internet y sus promesas de abundancia.
Pulsé enter, como me habían indicado, y la mariposa apareció haciendo gala de su diseño en la pantalla del monitor. Introduje ID y passport en las casillas correspondientes para percatarme que el chatroom estaba congestionado por un lenguaje signado de tragedias ortográficas y estragos sintácticos.
Cumplido el protocolo escribí HOLA en mayúscula cerrada debajo de mi nickname. Los navegantes ignoraron mi presencia en el ciberespacio. Me sentí empequeñecido como las cuatro letras desdeñadas de mi nuevo alias.
Por unos minutos leí la comunicación monosilábica a la que se dedicaba una parte importante de la humanidad. Las palabras alargadas, pensé que eran escritas para manifestar algún estado de ánimo y las enrevesadas, jitanjáforas delirantes. ¿Se trata de un lenguaje cifrado sólo para iniciados de alguna secta? El ruido onomatopéyico terminó por abrumarme. Entonces urdí mi venganza pirata.
En mayúscula cerrada y con la autoridad de un resentido, y al amparo del anonimato escribí: ¿HAY VIDA INTELIGENTE POR AHÍ? El chatroom se congeló.
Un silencio oscuro tomó posesión del monitor. Los jóvenes usuarios de la sala se miraron entre si buscando al impertinente. ¿Cómo se te ocurre, man? Leí en sus miradas. Simulando la indiferencia de un camello, pero sintiéndome responsable de algún desastre ecológico me enterré en mis lentes de miope.

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